Ángel Blanco Romero se reencuentra con el pupitre de su
propiedad que cedió al CEINCE. Su memoria, reavivada por el encuentro, pudo
reconocer no solo el soporte material en el que se fraguó su primer esquema
corporal sino las escrituras y dibujos que, a modo de grafitis, aún estaban
visibles en la mesa y en los asientos del mueble.
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